Una tarde, cuando la luna brillaba como un disco plateado sobre las montañas y las estrellas brillaban como diamantes centelleantes en el cielo, Perusina y Perusino decidieron emprender un viaje muy especial. Querían encontrar al primer gobernante inca y descubrir cómo fundó el Imperio Inca.
Con el suave susurro del viento y los tranquilizadores sonidos de los animales nocturnos en sus oídos, los dos partieron. Las estrellas les mostraron el camino que conducía a través de amplios valles, bosques oscuros y altas montañas. Perusino llevaba un pequeño paquete de provisiones, mientras que Perusina estaba bien envuelta en su manta esponjosa para no congelarse.
En su viaje se encontraron con muchas criaturas amigables. Estaba la inteligente alpaca que les habló de las constelaciones que una vez acompañaron a los antiguos incas en su viaje. “Mira con atención”, dijo la alpaca con una sonrisa sabia, “ellos te mostrarán el camino”.
Entonces Perusina y Perusino continuaron siguiendo las estrellas hasta que llegaron a un enorme lago de montaña que era tan claro que se podía ver hasta el fondo. En la orilla había un enorme sapo de ojos dorados que decía: “Aquí, en el agua de este lago, descansan los recuerdos del primer gobernante Inca”.
Perusina y Perusino miraron con curiosidad al agua. De repente el lago empezó a contar historias. Vieron a un guerrero poderoso, con una corona de oro y un corazón lleno de valor. Fue Manco Cápac, el primer Inca. Él y su hermana Mamá Ocllo habían recibido la misión del sol de fundar un imperio lleno de paz y justicia.
“Era fuerte y sabio”, dijo el sapo, “pero su mayor fortaleza era su corazón. Dirigió a su pueblo con bondad y amor, y eso lo convirtió en un gran gobernante”.
Perusina y Perusino escucharon atentamente las historias del lago hasta que finalmente se cansaron. Se tumbaron bajo el centelleante cielo estrellado y lentamente cerraron los ojos. “Un día”, susurró Perusina, “le contaremos a los niños del mundo todas las historias que hemos aprendido”. Perusino asintió y se cubrió un poco más con la manta.
Y así los dos amigos se durmieron plácidamente mientras las montañas, las estrellas y las antiguas historias de los Incas los velaban. El viaje aún no había terminado, pero esa noche habían encontrado algo muy especial: el primer gobernante inca y la sabiduría que yacía escondida en las historias antiguas.
Buenas noches, pequeños soñadores. Quién sabe adónde te llevarán tus sueños.
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