Érase una vez en una tierra lejana y mágica llamada Perú, donde imponentes montañas tocaban el cielo y densos bosques susurraban secretos. Vivían dos niños valientes y curiosos, Perusina y Perusino. Ya habían vivido muchas aventuras, pero hoy estaba por comenzar una muy especial.
Una mañana soleada, cuando los primeros pájaros cantaban sus cantos, Perusina y Perusino decidieron encontrar el secreto del Cusco. Habían escuchado de su abuela que Cusco, la ciudad en las montañas, era un lugar mágico. Se decía que los dioses incas descendieron una vez a la tierra para crear una gran ciudad.
“¿A dónde vamos primero?”, preguntó Perusino, mirando con curiosidad a su hermana. Perusina pensó y dijo: “Sigamos el camino del sol como lo hacían los antiguos Incas”.
Entonces los dos valientes hermanos partieron. Vagaron por valles verdes y cruzaron ríos burbujeantes hasta que un día se encontraron con una anciana sentada sobre una piedra. Tenía el cabello plateado que brillaba al sol y sus ojos brillaban como estrellas. Era Mamá Quilla, la diosa de la luna.
“¿Adónde van, pequeños aventureros?”, preguntó Mamá Quilla con voz suave.
“Estamos buscando el secreto del Cusco”, respondieron Perusina y Perusino al unísono.
Mamá Quilla sonrió y dijo: “Estás en el camino correcto. Voy a contarte un secreto. Cusco fue fundado por los hijos del dios sol Inti. Manco Cápac y su hermana Mama Ocllo, provenientes del sagrado lago Titicaca, se dieron a la tarea de fundar una ciudad que fuera tan radiante como el mismo sol. Iban acompañados de una vara de oro, que se suponía que debían clavar en el suelo donde se hundía. Este sería el lugar perfecto”.
Los ojos de Perusina y Perusino se abrieron con asombro. “¿Qué pasó entonces?”, preguntó Perusino con curiosidad.
“Los dos hermanos vagaron por montañas y valles hasta que un día llegaron a un valle rodeado de altas montañas. Allí el bastón de oro se hundió profundamente en la tierra. Y así se fundó Cusco, la ciudad que se convirtió en el corazón del Imperio Inca”, explicó Mamá Quilla.
“¿Es este el secreto del Cusco?”, preguntó Perusina, aún con curiosidad.
“Este es el comienzo”, dijo Mamá Quilla con una sonrisa misteriosa. “La verdadera magia de Cusco radica en las personas que viven allí y las historias que transmiten de generación en generación. Cada piedra, cada calle del Cusco lleva un pedazo de esta historia”.
Perusina y Perusino agradecieron a Mamá Quilla y continuaron su camino. Al caer la noche, finalmente llegaron a la ciudad santa del Cusco. Las estrellas brillaban en el cielo y la luna brillaba intensamente sobre las antiguas murallas. Los dos hermanos se tumbaron bajo un gran árbol y miraron al cielo.
“Creo que hemos encontrado el secreto del Cuzco”, dijo Perusina en voz baja.
“Sí”, asintió Perusino. “Es un lugar lleno de maravillas e historias que nos conectan a todos”.
Y así los dos se durmieron con las estrellas vigilando el Cusco, soñando con las aventuras que les esperaban.
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