Unos cuantos pares de ojos brillaron entre la espesa maleza y los gruñidos se hicieron más fuertes. Un jaguar grande y majestuoso emergió lentamente de las sombras. Su pelaje dorado brillaba a la luz del sol y sus ojos estaban fijos en el grupo de niños.
Entonces entró Amaru, guiado por los sacerdotes del templo. Su vestido brillaba a la luz del sol y se movía con gracia, como si ella misma fuera parte de la tierra y el cielo. La multitud guardó silencio asombrada cuando ella se acercó a Lloque Yupanqui.
Inti se rió suavemente y sacudió la cabeza. “Hoy no se trata de peligro ni de riqueza. Se trata del corazón. **Lloque Yupanqui**, el sabio tercer Inca, es un gran gobernante, pero está solo. Su corazón anhela un compañero con quien compartir su vida.
Y efectivamente, ante sus ojos se abrió de repente un camino luminoso que conducía a las montañas de los Incas. Sin dudarlo, los dos amigos se tomaron de la mano y siguieron el camino resplandeciente.